18:04 | Autor Iglesia Hogar
La Verónica limpia el rostro de Jesús

Te adoramos Jesus, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Amén

¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo. (Salmo 115, 12-14)

Tú, ves, Señor.
Fuiste Tú quien lavó los pies de otros hombres para mostrar la modestia y el servicio como la forma más perfecta de quererte.
Te secaré el rostro, Señor, las manos y los pies en los que vives: en los menesterosos, en los marginados, en los silenciados por el odio, en los discriminados.
Y como la Verónica, que no se avergonzó para ayudarte, dame la gracia de no avergonzar a ningún hombre al que yo ampare y de que la vergüenza no sea la causa de negar mi ayuda a los que la requieren.
Concédeme limpiar el rostro de los que son deshonrados por otros, de los que son engañados, del padre triste, de la madre abandonada.
Te ruego me otorgues la gracia de enjugar las lágrimas de los que no tienen trabajo, de los que tienen cansancio, de los que la vida marcó.
Y, así como dejaste tus facciones en el paño con el que la Verónica limpió tu rostro bendito,
deja tu huella en mi alma; convérteme en un niño.


Oración: Señor, hallo tanto que querer y estoy tan loco por Ti,
que si pudiera ser Dios, te diera todo mi ser.


Por tu dolorosa pasión, Señor,
ten piedad de nosotros y del mundo entero.
Ten piedad de mí.
17:58 | Autor Iglesia Hogar

Jesús es ayudado por el Cireneo

Te adoramos Jesus, y te bendecimos,
que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Amén

No me abandones, Señor; Dios mío, no te quedes lejos; ven aprisa a socorrerme, Señor mío, mi salvación (Salmo 37, 22-23)

Ningún amigo se acercó a ayudarte. Lo hizo un desconocido.
Señor, ¡qué quieres que te diga! Si yo no soy capaz de confortarte.
Te necesito.
Sé, Tú, mi cireneo. Es tanta mi pobreza, es tanta mi flaqueza, que mi corazón precisa tu grandeza.
Mírame con compasión.
Dame la fuerza para acercarme a tu cruz, con la mía. Dame la luz que necesito
para entender que eres Tú mi único descanso, que tu cruz es un tesoro, que abrazado a ella es que te adoro.
Concédeme la gracia de ser, yo, un cireneo para cuanto hombre vea vacilar, para el huérfano que pide, para la viuda que llora, para el enfermo que implora, para el que tirita de frío, para el que la existencia se le ha hecho seca, como el estío.


Oración: ¿Es posible, vida mía, que tanto mal te causé, que te dejé, que te olvidé, a pesar que tu amor sabía? Toda el alma de ti llena, me saca de mí, Señor, déjame llorar de amor como otras veces de pena.


Por tu dolorosa pasión, Señor,
ten piedad de nosotros y del mundo entero.
Ten piedad de mí.
17:53 | Autor Iglesia Hogar

El encuentro de Jesús con su Madre

Te adoramos Jesus, y te bendecimos,
que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Amén

Sólo en Dios descansa mi alma, porque de El viene mi salvación; sólo El es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré (Salmo 61, 2-3)

Señor, por cargar la cruz, ni siquiera pudiste abrazar a tu Madre.
Deja que yo la abrace y le diga lo que esa tarde de Viernes no pudiste;
deja que le entregue todo el corazón, para consolar su angustia, para mitigar su pena.
Por cargar la cruz, sólo tus pupilas acariciaron el rostro de tu Madre.
Permite que mis ojos sólo vean la grandeza de tu amor y la ternura de María;
que mis ojos descubran tu presencia donde quiera que haya ausencia y abandono.
Comprendo, señor, que mis pecados te ataron a una cruz,
que el peso de mis culpas te agobió y que mis faltas hirieron el corazón de tu Madre Santísima.
Dame la gracia de reparar con la oración las penas que di a tu corazón,
y con toda caridad desagraviar el dolor de tu Madre.


Oración: ¿A dónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste, habiéndome herido, salí tras de ti clamando, y ya te habías ido.


Por tu dolorosa pasión, Señor,
ten piedad de nosotros y del mundo entero.
Ten piedad de mí.
17:47 | Autor Iglesia Hogar
Primera caída de Jesús

Te adoramos Jesus, y te bendecimos,
que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Amén

Mi alma espera en el Señor; espera en su palabra; mi alma aguarda el Señor,
más que el centinela la aurora. (Salmo 129, 5-6)

Las piedras que he puesto en tu senda divina y el peso de mis faltas tu cuerpo han doblado
y has caído, ya cansado, por mi abandono, agobiado.
Dame fuerzas, Señor, para endulzar el camino de otros hombres que van cargados con sus cruces y,
para aliviarles el peso de sus penas o quebrantos.
Dame fuerzas para no abandonar mi propia cruz y acudir a consolar del desvalido el llanto. No permitas que me quede allí, acariciando ilusiones, mientras veo indolente, cómo otros caen y yo no acudo a levantarlos.
Deja que mi cansancio sea el reposo de otros hombres y mi dolor sea su alivio.
Cuando yo me doble bajo el madero de mi cruz, acude en mi socorro, no tardes en auxiliarme,
para que no me quede allí, sin sostén en mis flaquezas.
Porque te quiero, Señor, sólo porque te quiero.


Oración: Dame licencia, Señor, para que deshecho en llanto, pueda en vuestro rostro Santo llorar lágrimas de amor. Bendigo tu piedad, pues me llamas a quererte, como si de mí tuviera, tu amor, necesidad.



Por tu dolorosa pasión, Señor,
ten piedad de nosotros y del mundo entero.
Ten piedad de mí.
10:22 | Autor Iglesia Hogar


Jesús carga con la cruz

Te adoramos Jesus, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Amén

Enséñame, Señor; tu camino, para que siga tu verdad; mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre. (Salmo 85, 11)


Te puse una corona de espinas y laceré tu cuerpo con los golpes y el azote.
Te puse la cruz sobre los hombros y la cargué con mis pecados,
con la soberbia y la avaricia, con las penas y aflicciones que nacen de mi propia maldad.
La tomaste con amor y, de nuevo, con silencio.
Enséñame, Jesús, a abrazar mi cruz, a quererla, a aceptarla y seguir caminando junto a ti, sin renuncias, sin temores.
Me pesa, Señor, abandonarla a cada instante y sentarme a la orilla del camino de la vida
y ver cómo ya vas por el sendero del Calvario, solo, cuando yo debería estar allí, para ayudarte
en el que está acongojado, abandonado, llagado por el dolor o lacerado por la necesidad.
Pero muéstrame tu rostro querido, para que no flaquee con esta cruz que me ha tocado,
que no la quería, Señor, pero si me la has dado es porque sólo así podré acurrucarme un día, a tu lado.


Oración: Señor, ¿qué tengo yo que mi amistad procuras? ¿Qué interés se te sigue,
Jesús Mío, que a mi puerta, cubierto de rocío, pasas las noches del invierno a oscuras?
Por tu dolorosa pasión, Señor, ten piedad de nosotros y del mundo entero
Ten piedad de mí.


6:11 | Autor Iglesia Hogar
Jesús es condenado a muerte

Te adoramos Jesus, y te bendecimos,

que por tu Santa Cruz redimiste al mundo Amén

Señor; escucha mi oración. Tú que eres fiel, atiende a mi súplica; Tú que eres justo, escúchame. No llames a juicio a tu siervo, pues ningún hombre vivo es inocente frente a Ti (Salmo 142, 1-2)

¿Cuánto miedo tuviste, Señor?
Si el sudor de sangre ya había humedecido tu rostro en el huerto y la agonía la estabas ya viviendo.
¿Cómo pude levantar mi mano contra Ti y apurar tu condena?
Y sigo con la mano levantada para hacerte morir en cada pobre que no ayudo,
en cada gesto de molestia con el otro, en cada ruego que no escucho.
Ni una queja salió de tus labios, ni un reproche.
Como ahora, en que esperas, paciente, que te hable cada noche. Dame fuerzas, Señor, para estar junto a Ti,
para no quedarme fuera del palacio donde fue tu condena;
para no levantar mi mano contra otros injuriando, murmurando, envidiando.
Tu silencio, tu humildad, las necesito, Señor, para caminar junto a Ti, para tomarte la mano y decirte que te quiero en cada instante que pasas a mi lado vestido pobremente, enfermo, con frío, llorando, pidiendo.

Oración: Jesús, Tu eres niño, como yo, por eso te quiero tanto y te doy mi corazón.
Tiritando estás de frío y buscando vas calor, aunque caliente muy poco, aquí está mi corazón.

Por tu dolorosa pasión, Señor,
ten piedad de nosotros y del mundo entero.
Ten piedad de mí.
13:18 | Autor Iglesia Hogar

Desde la Parroquia Santa María están trabajando los chicos de Primera Comunión con sus catequistas para la realización de un Vía Crucis Viviente este domingo 28 de marzo a las 18:30 hs.
Es un momento de encuentro donde podemos acompañar a Jesús en su máximo gesto de AMOR reflexionando nosotros en cada estación si realmente estamos dispuestos a dar la VIDA por los demás.
Empezamos la Semana Santa y no podemos desaprovechar estos momentos de oración.

No falten!
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8:53 | Autor Iglesia Hogar

Como se determina la fecha de la Pascua y otras fiestas movibles?
Muchos se preguntan ¿por qué la Pascua cambia de fecha cada año?. La razón es la conexión entre la pascua judía y la cristiana. La Iglesia determina la fecha de la pascua cada año según el calendario judío que es diferente al nuestro.

El calendario judío es lunar (tiene 354 días y se basa en las fases de la luna) mientras que el nuestro es solar. Cada cuatro años los judíos intercalan un mes a su calendario, no según un método definido sino arbitrariamente por orden del Sanedrín.

Los judíos comen el cordero pascual la víspera del 15 de Nisan, o sea el 14 por la noche. (Nisan es el primer mes del calendario judío). Jesús celebró la última cena según la costumbre judía la víspera de la Pascua, o sea, el 14 de Nisan. Murió en la cruz el 15 de Nisan y resucitó el 17. Resulta que en aquel año el 15 de Nisan cayó en viernes y por lo tanto el 17 cayó en domingo, el primer día de la semana (que en aquella época no se llamaba "domingo").

La diferencia entre los calendarios (judío y romano) dio lugar a numerosas controversias sobre la fecha para la celebración de la pascua. Los judíos cristianos continuaron usando el calendario judío para la Pascua. Celebraban la pasión el 15 de Nisan y la Pascua de resurrección el 17 de Nisan (fuese o no domingo ese año). En el resto del imperio, sin embargo, se tomó en consideración que Jesús históricamente resucitó el domingo. Celebraban basado en el domingo, fuese o no ese año el 15 de Nisan. Además, todos los domingos se celebra a la fiesta de la Resurrección.

Pero quedaba un problema: ¿Cual domingo preciso escoger para la celebración anual de la Pascua?. No todos los cristianos celebraban el mismo día la Pascua. Ya desde el siglo III se consideraba que, según el calendario romano, Jesús murió el 25 de Marzo y resucitó el 27 (Computus Pseudocyprianus, ed. Lersch, Chronologie, II, 61). Algunos obispos celebraban la pascua según esas fechas fijas. La Iglesia Romana, basada en la autoridad de San Pedro y San Pablo celebraba la Pascua el domingo siguiente a la primera luna llena posterior al equinoccio de primavera, es decir al 21 de marzo. Este domingo siempre cae entre el 22 de Marzo y el 25 de Abril.

El Primer Concilio de Nicea (325) decretó que la práctica romana para determinar el domingo de Pascua debe observarse en toda la Iglesia. En referencia al domingo de Pascua se calculan las otras fiestas movibles del calendario litúrgico.
La Iglesia ortodoxa celebra la Pascua otra fecha, según el calendario Juliano (ortodoxo ruso), no el Gregoriano
13:28 | Autor Iglesia Hogar

Desde el 8 de marzo se está inscribiendo en las Capillas y en la Parroquia San José para Primer año de Primera Comunión.
Se pueden inscribir los chicos que tienen nueve años.
Ya están por comenzar los encuentros!!!
Estemos atentos para que nadie en nuestra familia ni en nuestro barrio deje pasar este momento de encuentro con Jesús.
19:09 | Autor Iglesia Hogar

Viernes 19 de Marzo
19:00 Procesión y Misa en la Parroquia San José.

Domingo 21 de Marzo
21:00 Fiesta de las Colectividades y Centros Tradicionalistas. Parroquia San José.

Participan:
-Valet estable de la Sociedad Española.
-Agrupación San José.
-Gauchos de Balcarce.
-Centro Tradicionalista Patria y Tradición.

Canta: Marita Carabajal, de San Pedro. Baradero.

Finaliza con el baile del Pericón Nacional interpretado por todos los grupos de Baile en homenaje al Bicentenario de nuestra Patria.

Animación: Pepe Joglar.

En la Plaza estas instituciónes ofrecerán choripán, tortas fritas, cayos, buñuelos y tortas.
16:04 | Autor Iglesia Hogar

El significado teológico de la Cuaresma es muy rico.Su estructura de cuarentena conlleva un enfoque doctrinal peculiar. En efecto, cuando el ayuno se limitaba a dos días —o una semana a lo sumo—, esta praxis litúrgica podía justificarse simplemente por la tristeza de la Iglesia ante la ausencia del Esposo, o por el clima de ansiosa espera; mientras que el ayuno cuaresmal supone desde el principio unas connotaciones propias, impuestas por el significado simbólico del número cuarenta.
En primer lugar, no debe pasarse por alto que toda la tradición occidental inicia la Cuaresma con la lectura del evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto: el período cuaresmal constituye, pues, una experiencia de desierto, que al igual que en el caso del Señor, se prolonga durante cuarenta días.En la Cuaresma, la Iglesia vive un combate espiritual intenso, como tiempo de ayuno y de prueba. Así lo manifiestan también los cuarenta años de peregrinación del pueblo de Israel por el Sinaí.
Otros simbolismos enriquecen el número cuarenta, como se advierte en el Antiguo y Nuevo Testamento.Así, la cuarentena evoca la idea de preparación: cuarenta días de Moisés y Elías previos al encuentro de Yahveh; cuarenta días empleados por Jonás para alcanzar la penitencia y el perdón; cuarenta días de ayuno de Jesús antes del comienzo de su ministerio público.
La Cuaresma es un período de preparación para la celebración de las solemnidades pascuales: iniciación cristiana y reconciliación de los penitentes.Por último, la tradición cristiana ha interpretado también el número cuarenta como expresión del tiempo de la vida presente, anticipo del mundo futuro.El Concilio Vaticano II(cfr. SC 109) ha señalado que la Cuaresma posee una doble dimensión, bautismal y penitencial, y ha subrayado su carácter de tiempo de preparación para la Pascua en un clima de atenta escucha a la Palabra de Dios y oración incesante.El período cuaresmal concluye la mañana del Jueves Santo con la Misa crismal —Missa Chrismalis— que el obispo concelebra con sus presbíteros.
Esta Misa manifiesta la comunión del obispo y sus presbíteros en el único e idéntico sacerdocio y ministerio de Cristo.Durante la celebración se bendicen, además, los santos óleos y se consagra el crisma.El tiempo de Cuaresma se extiende desde el miércoles de Ceniza hasta la Misa de la cena del Señor exclusive.El miércoles de Ceniza es día de ayuno y abstinencia; los viernes de Cuaresma se observa la abstinencia de carne.
4:03 | Autor Iglesia Hogar

La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.

La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios.

El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.

En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que por acción de nuestro pecado, nos alejamos más de Dios.

Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.

40 días

La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto.

En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de pruebas y dificultades.

La práctica de la Cuaresma data desde el siglo IV, cuando se da la tendencia a constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia. Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de conversión.

Fuente: ACIPrensa.
18:06 | Autor Iglesia Hogar

Ser Hombre
Digamos, justamente, que Jesús no ofreció algo a Dios, sino que se ofreció a sí mismo, y este ofrecerse a sí mismo se realiza precisamente en esta compasión, que transforma en oración y en grito al Padre el sufrimiento del mundo.




Una segunda palabra en este contexto es importante. Se dice que Cristo así – a través de esta obediencia – se hizo perfecto, en griego teleiothèis (cfr. Hb 5, 8-9). Sabemos que en toda la Torá, es decir, en toda la legislación cultual, la palabra tèleion, aquí utilizada, indica la ordenación sacerdotal. Es decir, la Carta a los Hebreos nos dice que precisamente haciendo esto Jesús se hizo sacerdote, se realizó en su sacerdocio.



La Carta a los Hebreos resume, finalmente, toda esta compasión en la palabra hypakoèn, obediencia: todo esto es obediencia. Es una palabra que no nos gusta, en nuestra época. La obediencia aparece como una alienación, como una actitud servil. Uno no usa su libertad, su libertad se somete a la voluntad de otro, por tanto uno ya no es libre, sino que está determinado por otro, mientras que la autodeterminación, la emancipación sería la verdadera existencia humano. En lugar de la palabra “obediencia”, nosotros queremos como palabra clave antropológica la de “libertad”. Pero considerando desde cerca este problema, vemos que las dos cosas van juntas: la obediencia de Cristo es conformidad de su voluntad con la voluntad del Padre; es un llevar la voluntad humana a la voluntad divina, a la conformación de nuestra voluntad a la voluntad de Dios.

San Máximo Confesor, en su interpretación del Monte de los Olivos, de la angustia expresada precisamente en la oración de Jesús, “no mi voluntad, sino la tuya”, describió este proceso, que Cristo lleva en sí como verdadero hombre, con la naturaleza, la voluntad humana; en este acto – “no mi voluntad, sino la tuya” – Jesús resume todo el proceso de su vida, es decir, del llevar la vida humana natural a la vida divina, y de esta forma transformar al hombre: divinización del hombre, y así redención del hombre, porque la voluntad de Dios no es una voluntad tiránica, no es una voluntad que esté fuera de nuestro ser, sino que es precisamente la voluntad creadora, es precisamente el lugar donde encontramos nuestra verdadera identidad.

Dios nos ha creado y somos nosotros mismos conformes con su voluntad: sólo así entramos en la verdad de nuestro ser y no estamos alienados. Al contrario, la alienación se realiza precisamente saliendo de la voluntad de Dios, porque de este modo salimos del diseño de nuestro ser, ya no somos nosotros mismos y caemos en el vacío. En verdad, la obediencia a Dios, es decir, la conformidad, la verdad de nuestro ser, es la verdadera libertad, porque es la divinización. Jesús, llevando al hombre, el ser hombre, en sí y consigo, en la conformidad con Dios, en la perfecta obediencia, es decir, en la conformación perfecta entre las dos voluntades, nos ha redimido y la redención es siempre este proceso de llevar la voluntad humana a la comunión con la voluntad divina. Es un proceso por el que rezamos cada día: “hágase tu voluntad”.
Y queremos rezar realmente al Señor, para que nos ayude a ver íntimamente que esta es la libertad, y a entrar, así, con gozo en esta obediencia y a “recoger” al ser humano para llevarlo – con nuestro ejemplo, con nuestra humildad, con nuestra oración, con nuestra acción pastoral – a la comunión con Dios.
Gracias Padre Fabian Miranda por compartirlo!!!!
18:51 | Autor Iglesia Hogar
Ser hombre
Esta humanidad no responde al ideal platónico y aristotélico, según el cual el verdadero hombre sería aquel que vive solo en la contemplación de la verdad, y así es beato, feliz, porque tiene amistad solo con las cosas hermosas, con la belleza divina, mientras que “los trabajos” los hacen otros. Esta es una suposición, mientras que aquí se supone entrar como Cristo en la miseria humana, la toma consigo, va a las personas sufrientes, se ocupa de ellas, y no sólo exteriormente, sino que las tome sobre sí interiormente, recoja en sí mismo la “pasión” de su tiempo, de su parroquia, de las personas a él confiadas.

Así Cristo mostró su verdadero humanismo. Ciertamente su corazón está siempre fijo en Dios, ve siempre a Dios, íntimamente está siempre en diálogo con Él, pero Él lleva, al mismo tiempo, todo el ser, todo el sufrimiento humano entra en la pasión. Hablando, viendo a los hombres que son pequeños, sin pastor, Él sufre con ellos, y nosotros sacerdotes no podemos retirarnos a un Elysium, sino que estamos inmersos en la pasión de este mundo y debemos, con la ayuda de Cristo y en comunión con Él, intentar transformarlo, de llevarlo hacia Dios.

Precisamente esto se dice, con el siguiente texto realmente estimulante: «habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas” (Hb 5, 7). Esto no es solo una indicación de la hora de angustia en el Monte de los Olivos, sino que es un resumen de toda la historia de la pasión, que abraza toda la vida de Jesús. Lágrimas: Jesús lloraba ante la tumba de Lázaro, estaba realmente tocado interiormente por el misterio de la muerte, por el terror de la muerte. Personas que pierden al hermano, como en este caso, a la madre y al hijo, al amigo: toda la terribilidad de la muerte, que destruye el amor, que destruye las relaciones, que es un signo de nuestra finitud, de nuestra pobreza. Jesús es puesto a prueba y se confronta hasta lo profundo de su alma con este misterio, con esta tristeza que es la muerte, y llora. Llora ante Jerusalén, viendo la destrucción de la bella ciudad a causa de la desobediencia; llora viendo todas las destrucciones de la historia del mundo; llora viendo cómo los hombres se destruyen a sí mismos y sus ciudades en la violencia, en la desobediencia.

Jesús llora, con fuertes gritos. Sabemos por los Evangelios que Jesús gritó desde la Cruz, gritó: “¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?" (Mc 15, 34; cfr. Mt 27, 46), y que gritó una vez más al final. Y este grito responde a una dimensión fundamental de los Salmos: en los momentos terribles de la vida humana, muchos salmos son un fuerte grito a Dios: “¡Ayúdanos, escúchanos!”. Precisamente hoy, en el Breviario, hemos rezado en este sentido: ¿Donde estás, Dios? “Como ovejas de matadero nos entregan” (Sal 44, 12). ¡Un grito de la humanidad sufriente! Y Jesús, que es el verdadero sujeto de los Salmos, lleva realmente este grito de la humanidad a Dios, a los oídos de Dios: “¡Ayúdanos y escúchanos!”. Él transforma todo el sufrimiento humano, tomándolo en sí mismo en un grito a los oídos de Dios.



En realidad la Carta a los Hebreos dice que “ofreció oraciones y súplicas”, “gritos y lágrimas” (5, 7). Es una traducción correcta del verbo prosphèrein, que es una palabra cultual y expresa el acto de la ofrenda de los dones humanos a Dios, expresa precisamente el acto del ofertorio, del sacrificio. Así, con este término cultual aplicado a las oraciones y lágrimas de Cristo, demuestra que las lágrimas de Cristo, la angustia del Monte de los Olivos, el grito de la Cruz, todo el sufrimiento no son algo al lado de su gran misión. Precisamente de esta forma Él ofrece el sacrificio, hace de sacerdote. La Carta a los Hebreos, con este “ofreció”, prosphèrein, nos dice: esta es la realización de su sacerdocio,
así lleva la humanidad a Dios, así se hace mediador, así se hace sacerdote.
19:38 | Autor Iglesia Hogar
Ser hombre
La Carta a los Hebreos hace un subrayado de nuestra humanidad que nos sorprende, porque dice: debe ser uno con “compasión hacia los ignorantes y extraviados, por estar también él envuelto en flaqueza” (5, 2) y después – mucho más fuerte aún - “habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente” (5, 7). Para la Carta a los Hebreos el elemento esencial de nuestro ser hombre es la compasión, es el sufrir con los demás: esta es la verdadera humanidad.


No es el pecado, porque el pecado no es nunca solidaridad, sino siempre desolidarización, es un tomar mi vida para mí mismo, en lugar de entregarla.


La verdadera humanidad es participar realmente en el sufrimiento del ser humano, quiere decir ser hombre de compasión – metriopathèin, dice el texto griego – es decir, estar en el centro de la pasión humana, llevar realmente con los demás sus sufrimientos, las tentaciones de este tiempo: “Dios, ¿dónde estás tú en este mundo?”.
Enviado por el Padre Fabian Miranda.