17:58 | Autor Iglesia Hogar

Jesús es ayudado por el Cireneo

Te adoramos Jesus, y te bendecimos,
que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Amén

No me abandones, Señor; Dios mío, no te quedes lejos; ven aprisa a socorrerme, Señor mío, mi salvación (Salmo 37, 22-23)

Ningún amigo se acercó a ayudarte. Lo hizo un desconocido.
Señor, ¡qué quieres que te diga! Si yo no soy capaz de confortarte.
Te necesito.
Sé, Tú, mi cireneo. Es tanta mi pobreza, es tanta mi flaqueza, que mi corazón precisa tu grandeza.
Mírame con compasión.
Dame la fuerza para acercarme a tu cruz, con la mía. Dame la luz que necesito
para entender que eres Tú mi único descanso, que tu cruz es un tesoro, que abrazado a ella es que te adoro.
Concédeme la gracia de ser, yo, un cireneo para cuanto hombre vea vacilar, para el huérfano que pide, para la viuda que llora, para el enfermo que implora, para el que tirita de frío, para el que la existencia se le ha hecho seca, como el estío.


Oración: ¿Es posible, vida mía, que tanto mal te causé, que te dejé, que te olvidé, a pesar que tu amor sabía? Toda el alma de ti llena, me saca de mí, Señor, déjame llorar de amor como otras veces de pena.


Por tu dolorosa pasión, Señor,
ten piedad de nosotros y del mundo entero.
Ten piedad de mí.
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