17:49 |
Autor Iglesia Hogar
Jesús es clavado en la cruz
Te adoramos Jesus, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Amén
Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas nos han curado. (1 Pe 2, 24)
Atravesé tus manos y tus pies, no con clavos sino con pecados.
Tus manos, Señor, igual a las mías; pero ellas sólo han repartido paz y ternura.
Las mías, amargura.
Tus pies, hacia la choza del pobre han dado sus pasos.
Los míos hacia el ocaso.
Cada vez que levanté mis manos para horadar las tuyas, tuve que buscar tus sagradas palmas.
Al entrar en los clavos, mordía mi propia alma.
Siempre, Señor, ahora lo entiendo, estuviste con las manos abiertas,
generoso hasta en el dolor y tu rostro mirando al cielo mientras yo buscaba en ídolos, consuelo.
Mi Dios, dame fuerzas para abrir mis manos; que de ellas salgan caricias, bondad, dulzura y caridad.
Dame la gracia de mirar al cielo y clava Tú mi corazón
con el deseo ferviente de tocar a la puerta de tu casa y decirte, sin temor,
Abbá, Padre, aquí estoy.
Abre, que te quiero, que me muero sin tu amor.
No permitas que mis manos ejecuten violencia ni mis pies me lleven lejos de tu presencia.
Dame la gracia de que mis manos sean tus manos y mis pies sólo caminen a tu lado.
Oración: Méteme, Padre Eterno, en tu pecho, misterioro hogar.
Dormiré allí, pues vengo deshecho del duro trabajar.
Por tu dolorosa pasión, Señor,
ten piedad de nosotros y del mundo entero.
Ten piedad de mí.
Te adoramos Jesus, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Amén
Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas nos han curado. (1 Pe 2, 24)
Atravesé tus manos y tus pies, no con clavos sino con pecados.
Tus manos, Señor, igual a las mías; pero ellas sólo han repartido paz y ternura.
Las mías, amargura.
Tus pies, hacia la choza del pobre han dado sus pasos.
Los míos hacia el ocaso.
Cada vez que levanté mis manos para horadar las tuyas, tuve que buscar tus sagradas palmas.
Al entrar en los clavos, mordía mi propia alma.
Siempre, Señor, ahora lo entiendo, estuviste con las manos abiertas,
generoso hasta en el dolor y tu rostro mirando al cielo mientras yo buscaba en ídolos, consuelo.
Mi Dios, dame fuerzas para abrir mis manos; que de ellas salgan caricias, bondad, dulzura y caridad.
Dame la gracia de mirar al cielo y clava Tú mi corazón
con el deseo ferviente de tocar a la puerta de tu casa y decirte, sin temor,
Abbá, Padre, aquí estoy.
Abre, que te quiero, que me muero sin tu amor.
No permitas que mis manos ejecuten violencia ni mis pies me lleven lejos de tu presencia.
Dame la gracia de que mis manos sean tus manos y mis pies sólo caminen a tu lado.
Oración: Méteme, Padre Eterno, en tu pecho, misterioro hogar.
Dormiré allí, pues vengo deshecho del duro trabajar.
Por tu dolorosa pasión, Señor,
ten piedad de nosotros y del mundo entero.
Ten piedad de mí.
Categoria:
Rezo,
Semana Santa,
Vía Crucis
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